Estando aquí es inevitable no buscarte sin querer.
Caminar por el centro y y pensar que vas a estar en la siguiente cuadra.
No sé si aluciné, pero vi a la niña que dijiste que te gusta. La del violin.
Y mi madre con su insistencia de ir al Teatro Degollado. Dios...
Ya no es emocionante, ahora me siento incómoda.
Por suerte, esta visita ha terminado con éxito.