8.18.2010

Ningún lugar adonde ir, Fragmento.


¿Su bloc para dibujar y sus lápices de colores? ¡Ni modo! Siempre se puede dibujar en el suelo o en el aire con el dedo, con cualquier cosa. En última instancia, en la mente. En su mente ella siempre podrá, con todos los colores posibles e imaginables.
¿Y su vestido rojo? Lástima. Pero al que sí no deja, es a Emilio.
Mamá va a decir algo. Papá también. Los hombres enmascarados van a maldecir. María se espera lo peor. Con su determinación como único equipaje, sale de su cuarto. Nadie se fija en ella, mucho menos en el universo que lleva en sus brazos. Todo mundo tiene su mente en otra parte. ¿Dónde, pues?


El universo de Emilio empieza a pesar mucho en los brazos de María. Pesado de tanta fragilidad. Delicado universo contra el que se estrella la marea humana, cada vez que un espejo más se rompe en otras casas. ¿Cómo mantener la flotación? ¿Cómo amortiguar los golpes en el agua cautiva? ¿Cómo conservar el abrazo necesario para sostenerlo? No puede permitirse el cansancio.



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